El arzobispo Carmelo Giaquinta exhortó al «ciudadano cristiano» a «resistir» las expresiones «preocupantes de insensatez» de las autoridades, en alusión a la jueza y al jefe de gobierno porteño que, opinó, «pervierten» el bien común para avalar el matrimonio entre personas del mismo sexo.
«El cristiano ha de resistir firme y democráticamente a la autoridad civil cuando ésta se extralimita en su misión y, en vez de defender el bien común, lo pervierte o hiere gravemente: ‘Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres'», advirtió en una declaración que publicó hoy la agencia católica AICA.
El prelado dijo constatar a diario «expresiones preocupantes de insensatez, en especial en personas constituidas en autoridad, que deberían ser la expresión acabada de la sabiduría práctica que procura el bien común».
«Aludo a las actitudes frente al matrimonio gay que se ventila en estos días. En especial, la intervención de una jueza que declara inconstitucional dos artículos del Código civil que prohíbe este tipo de uniones. Y el ‘laissez faire’ del Jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que decide no apelar el fallo», precisó.
Tras aclarar que no pretendía analizar ese caso particular, el referente eclesiástico recordó aquello que a su entender es «una verdad importante: ‘el cristiano, además de miembro de la Iglesia, lo es también de la sociedad civil'».
Por esto, Giaquinta consideró que «(el cristiano) debe respeto a su autoridad y ha de orar por ella, pues creemos que la autoridad viene de Dios: ‘No hay autoridad que no provenga de Dios'».
El arzobispo sostuvo que, «en virtud del mismo principio, (el cristiano) ha de resistir firme y democráticamente a la autoridad civil cuando ésta se extralimita en su misión y, en vez de defender el bien común, lo pervierte o hiere gravemente», al aseverar: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Giaquinta reconoció sin embargo que la catequesis social de la Iglesia «enfatizó en demasía el primer aspecto: el respeto a la autoridad. Y muchas veces olvidó el segundo: la resistencia democrática ante sus desbordes».
«De allí que el cristiano no siempre juegue su papel como ciudadano, y se queda esperando a que opine el pastor (obispo) sobre los problemas sociales más variados», cuestionó.
El prelado insistió en afirmar que «si queremos tener un Patria fraterna, es preciso que el cristiano crezca como ciudadano».