Ni los cercos perimetrales ni las cámaras de seguridad ni los vigiladores privados pueden detener a los delincuentes. Así lo entiende la Federación Argentina de Clubes de Campo (FACC), que informó que por año se registran unos 40 robos en las 600 urbanizaciones cerradas del país, de las cuales unas 540 están situadas en la provincia de Buenos Aires. Agregaron que estas cifras se mantuvieron estables en los últimos tiempos, pero se duplicaron de 2006 hasta ahora.
Pero lo que más preocupa es el aumento de la violencia en esos hechos delictivos. Por ejemplo, en abril de 2009 dos malhechores ingresaron en una casa de un country de Escobar, donde luego de golpear, reducir y robar a los cuatro integrantes de la familia, llevaron a la mujer hasta el baño de la vivienda y la violaron.
«Antes era impensable que los ladrones entraran con armas de fuego cuando los propietarios estaban en sus casas. Los robos sucedían cuando no estaban sus dueños», dijo el gerente general de la FACC, Jorge Juliá.
Agregó que las cifras que maneja la federación corresponden a hechos delictivos conocidos y denunciados, aunque pueden existir otros casos silenciados por los propios afectados o no informados desde los barrios cerrados.
En lo que va del año hubo en la provincia de Buenos Aires cinco robos en barrios cerrados que fueron dados a conocer por las víctimas. El último ocurrió el miércoles pasado, en el country Santa Catalina, en Tigre, cuando un delincuente entró en la casa de un hombre de 32 años, lo amenazó con un arma y, tras amordazarlo, golpearlo y maniatarlo, le robó 41.000 pesos. Antes de escapar, el asaltante roció los ojos de la víctima con un aerosol.
Tiempo antes, distintas bandas de delincuentes habían asaltado en otros barrios cerrados de Pilar (Highland Park, Club Universitario de Buenos Aires, sede Fátima, y Los Lagartos) y San Miguel.