A una semana de que comenzaran las tormentas y deslizamientos de tierra que devastaron la región serrana del estado brasileño de Río de Janeiro, la cifra oficial de muertos subió a 710 y la de desaparecidos a 250.
Además, el gobierno brasileño dispuso el traslado a los refugios de los ocupantes de los morros para evitar más muertes por las lluvias, a la vez que el agotamiento de la capacidad de los refugios obligó a suspender los vuelos de rescate aéreo. Se estima que hay más de 22.000 evacuados.
La presidenta Dilma Rousseff ha dispuesto además una mayor participación de las Fuerzas Armadas en la asistencia a las víctimas de la catástrofe, además de las tareas de montaje de puentes de emergencia y de construcción de campamentos que actualmente cumplen los militares brasileños.